Básicamente es un tema de solidaridad social debilitada o perdida. Los ajustes,
recortes y crisis sólo afectan al 20%-30% de los ciudadanos (sin trabajo), el
otro 70% trabaja, consume, gasta, sigue… le puede molestar la subida de
impuestos directos, indirectos y circunstanciales pero no sufrirán la agonía y
el desastre familiar de no tener ningún ingreso. Es más, a una parte
significativa de ese 70% les molesta la algarada, la protesta, la manifestación
pública de esos nuevos parias. Nace así un liberalismo de extrema derecha no
fascista cuya esencia es el egoísmo social.
Pero la
solidaridad, la redistribución de la riqueza, la antiquísima “ayuda mutua” cuyo
rol tomó el Estado Social la segunda mitad del siglo XX es el cemento de la
paz, la seguridad, el bienestar. La sociedad por venir será una sociedad
bunkerizada, violenta, autista. Nada que ver con lo que quisimos ser, nada que
ver con lo que quisimos soñar.
El principal
problema del país no es la crisis mundial financiera sino el paro, la falta de
una estructura productiva diversificada y de alta cualificación, que nunca tuvo
España, feliz en su sol y playa y su ladrillo, su empleo y su gasto público
gracias a los fondos europeos. Ninguna medida del gobierno conservador actual ataca
la raíz de esta debilidad sino todo lo contrario, son medidas que acentuarán la
separación entre ese 70% - 30%. La crisis es un concepto que solo el 30% sin trabajo
entiende en toda su dimensión destructiva.